Ingeniero, matemático y físico autodidacta, inventor de técnicas para la resolución de ecuaciones diferenciales, tuvo grandes aportaciones que cambiaron la historia de la ingeniería eléctrica y las matemáticas.
Padecía, sin embargo, una autoestima tan baja que firmaba sus cartas y documentos con la palabra Worm (gusano en inglés). Prefirió trabajar durante muchos años en un cuarto de la casa de sus padres, del que rara vez salía, y que mantenía siempre a oscuras y muy caliente con ayuda de lámparas. Uno de sus visitantes describió el lugar como “más caliente que el infierno”.
Sus ensayos científicos estaban escritos con letras e ideas casi siempre ilegibles, en los que además incluía referencias matemáticas que nadie conocía. Nunca tuvo un trabajo formal; Siempre vivió al amparo de familia y amigos. Cuando por fin se mudó a una cabaña campiña inglesa, no tenía muebles sino grandes bloques de granito.
Su aspecto desaseado y conducta errática lo hicieron bastante impopular en el pueblo donde vivía, incluso los niños solían hostigarlo arrojándole piedras cuando lo veían en la calle.
Esta descripción parece más bien un artículo de prensa rosa.
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