
Sin embargo, antes de que ello ocurriera, Thomas Stoltz Harvey, patólogo de la misma universidad, le quitó el cerebro para conservarlo e indagar las zonas neurológicas de su genialidad.
Por otra parte su oftalmólogo Henry Abrams le sacó los ojos cadáver y los conservó en una solución especial dentro de un frasco almacenado celosamente en una caja de seguridad de Nueva de Jersey, "Cuando los miras - dijo - contemplas toda la belleza y el misterio del mundo".
La neurocientífica Marian Diamond estudió muestras de distintas partes de este cerebro, y encontró que había un número significativamente mayor de células en la región parietal, comparado con los cerebros de 11 varones “normales”
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